PILAR DEL CAMPO PUERTA
A
María también le aconsejo que sea innovadora y busque nuevas fórmulas para
contar sus historias, que no se encasille circulando su mente por la
familiaridad de los elementos de siempre.
La epístola, fórmula utilizada para las novelas del
siglo XVIII, cayó después en desuso. Valga la anécdota de sobra conocida de
cómo la escritora inglesa Jane Austen comenzó el primer borrador de Sentido
y sensibilidad en forma epistolar, para luego trasformarlo en la obra
que hoy puede leerse, intuyendo que esta forma de narrar podría entrar en
declive. No se equivocó. Sin embargo, en la actualidad, ya son varios los
autores que eligen este método para expresarse.
La epístola se asemeja al diario. Se narra desde el
sentimiento más profundo, desde la punzada interior, desde la mente atormentada
y siempre en primera persona. Las amistades peligrosas (Laclos), La
nueva Eloísa (Rouseau), Cartas
de amor de un sexagenario voluptuoso (Miguel Delibes), o Boquitas
pintadas (Manuel Puig) son una pequeña muestra de este género en
diversas épocas, que si bien no es prolijo sigue manteniéndose en la actualidad
y lo que hay que procurar es que no decaiga. Con reflexión profunda y personal
puede decirse mucho a través de una carta, más que mirando a los ojos; así los
personajes de ficción entran en un monólogo interior tan profundo y una
comunicación tan abierta que pueden hacer subir la temperatura de una novela.
Y ya que menciono el monólogo interior quiero aclarar a María dos modos
de interiorización. La primera, la profunda, la reflexiva, la filosófica, -esa
misma que puede ser plasmada en una epístola- o quedar para sí:
…Nazaret se
arrodilló sobre las losas grises y blancas. Cuánta tiniebla. “Y sé que hay que
dejarlo dormir en la proa de la barca. Y sé que nadie más que Él podría dormir
entre tantos embates. Y sé que mucha gente lo despierta para pedir mercedes… Y
sé en mitad de esta noche sin término, que yo no debo hacerlo. Apretaré los
dientes y confiaré. Él pagó por adelantado. Que duerma como duermen los viejos,
traspuestos y doblegados ya por el cansancio. Quizá mientras viva no lo vea
nunca más despierto. Sólo en la ribera de allá del lago… Pero ¿existe de veras
aquella ribera? ¿Existe la otra orilla?”
Nazaret se santiguó…
La monja Nazaret es la protagonista de Las
afueras de Dios de Antonio Gala.
La segunda fórmula de monólogo interior, tiene carácter
más abierto, coloquial, dinámico, aunque no pierda forma reflexiva. Es ese
monólogo con el que nos encontramos cada uno de nosotros –seres carnales- en
cualquier momento y situación:
“Mira que
tengo las uñas mal. Si me acuerdo paso por la farmacia a pedir algo para que
crezca más y mejor. Cuando pienso en las manos que he tenido siempre, me da
rabia vérmelas así. Anda que esa, la pasa lo que a mí, pero no le importa lucir
anillos, que mira que son feos unos dedos con muchos anillos y pocas uñas.
Tengo que ir a la farmacia sin remedio. ¿O tal vez debería pedir hora al
dermatólogo? Igual piensa que soy una exagerada. Vaya birria de uñas...”
Así,
tal cual, pues en condiciones normales, pensamos como hablamos, sin retórica,
sin elaboración.
CONSEJO: Hay que tener todo esto muy presente a la hora de poner a pensar a los seres de papel.
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