PILAR DEL CAMPO PUERTA
Porque siempre es momento de homenajes, hoy quiero recordar a María Teresa
León (1903-1988), que fue, más que musa, esposa, amiga y compañera de
Rafael Alberti: “María Teresa en mi vida ha significado todo… juntos
hemos caminado en todos los órdenes. Hemos cumplido las bodas de plata, de
hojalata, de oro y de piedras preciosas. Somos una cosa completamente unida y
nosotros decimos que somos los Reyes Católicos, los hermanos Álvarez Quintero,
estas parejas que van siempre unidas hasta el final”. Afirmaba el
poeta de su primera mujer, y añadía en verso:
Cuando tú apareciste
penaba yo en la entraña más profunda
de una cueva sin aire y sin salida.
Braceaba en lo oscuro, agonizando…
(Retornos del amor recién nacido, Rafael Alberti)
De los
dos se celebraron los centenarios de su nacimiento (1902 Alberti y 1903 María
Teresa) con exposiciones y homenajes de carácter individual, pero la presencia
de ambos a la vez, por la simbiosis que mantenían desde que se conocieran en
1929, fue inevitable. Como para mí ha sido inevitable hacer una selección de
episodios de su pasar y dejar huella, pues de no haber sido así, hubiera
plasmado íntegra su Memoria
de la melancolía, principal fuente de inspiración de este artículo,
donde la autora se desnuda ante los lectores, como Margarita lo hizo para Rodin
sobre el césped blanco de nieve; blancas las hojas que utilizara Maria Teresa
para su recuerdo, traslucen, en ocasiones, profundo dolor.
Gozó en
su vida de muchos y queridos amigos, unos en la propia España, otros españoles
fuera de ella y otros de cualquier latitud. De todos guarda un cariñoso
recuerdo en su corazón y de cada uno habla con la dulzura que la caracterizó.
Tantos son los nombres de médicos, filósofos, políticos, artistas, actores, que
me he limitado a los de su igual, a los escritores: Máximo Gorki, Boris
Pasternak, Matei Salka, Jean Richard Bloch, André Malraux y otros tantos con
los que se relacionó en el Primer -¡Inolvidadable!, afirmó ella- Congreso de
Escritores Soviéticos. Ludwing Renn, Kanterovio y Kurt Stern, del Congreso de
Escritores Alemanes, ¡cómo abrazaban a los que aún balbuceaban un español
pintoresco cruzado de nostalgia! Miguel de Unamuno se les unía a ella y a
Rafael en almuerzos y cenas, ¡cuánto le gustaba a don Miguel hablar y hacer
animalitos! siempre conservaron de él un búho de la sabiduría que contenía en
sus alas el poema inédito: “Celle
ci est en papier et nôtre Athene, en papier aussi…”. Ignacio Sánchez Mejías, con quien
podía hablarse tanto de toros como de libros y versos, ¡cómo lloraron su
muerte! Rubén Darío, al que cada mañana al despertar en la patria que les
acogió con entusiasta agrado, iban a saludar, inmóvil, posado frente al lago “con su lira de mármol”, ¡fue
una semana inolvidable entre luciérnagas y mágica amistad! Antonio
Machado, “¡yo he recitado sus poemas!” –le dijo María Teresa en casa de
Emiliano Barral un día de mucha pena (la esposa de Barral se había tirado al
Metro con su hijo en los brazos); por el contrario, ella cita dos bellas frases
recordando al poeta que transcribo como quiso que aparecieran en su memoria: “Rafael Alberti, acompañado de su
brava esposa María Teresa, va por los campos de batalla”, y añade ella: ¡Qué alegría haber quedado en su
recuerdo! Cuando el poeta
murió al finalizar la guerra española: “Todo,
todo se nos concluyó con aquella noticia. Nos habíamos quedado sin aliento.
Nuestra literatura de combate expiraba. Federico, muerto al comenzar la agonía;
Antonio Machado al terminarla. Dos poetas. Ninguna guerra había conocido
tanta gloria”. Lorca,
inseparable de Alberti desde la Residencia de Estudiantes ¡e inseparable de
María Teresa a tenor de la frase: “El
efecto del amor es transformar a los amantes y hacerlos parecerse al
objeto amado, dice Petrarca. Si eso fuese así yo sería Rafael Alberti”!.
También León Felipe, desterrado y muerto formó parte de sus amigos (la lista es
interminable: Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, Miguel
Hernández, Luis Cernuda, Ramón Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez, Pablo
Ruiz Picasso…) de antes, durante y después de la guerra que tanto la marcó.
“En el
desván donde la loca de la casa guarda sus jirones perdidos, sus recuerdos
-¡Oh, Santa Teresa!- tengo yo siempre que encontrarme con la presencia de una
isla... La isla se llama Ibiza”
Tal fue
la influencia de esta parte del archipiélago balear, que la descripción que
hace de ella es francamente hermosa: su sol, su mar, su aroma, sus gentes, sus
atavíos, sus amigos... y en la retina, antes de embarcar ese año 36 para la
isla, la sierra de Aitana, cuajados sus montes de almendros, tantas veces
recordada al nombrar a la hija nacida en 1941 fruto del amor con el poeta. Pero
allí también, entre la calidez de la atmósfera, se cursó la orden de fusilamiento
para Maria Teresa y Rafael. Como proscritos anduvieron por el monte, durmiendo
sobre pinocha, mezclados con otros huidos; y la marcha fue tan interminable que
les hizo recorrer parte del mundo, de ciudad en ciudad, de casa en casa, ¡cómo
anhelaba María Teresa cada casa abandonada, con sus recuerdos, con sus
libros, con sus cuadros, con sus flores! Francia, México, Argentina, Roma... y
siempre el mismo dolor por donde quiera que fuere aunque la acogida fuese
buena, la añoranza de su patria en guerra y luego una paz impuesta que les
obligaba al exilio:
“Perdonadme
que cuente de manera tan personal mi amor por las cosas inanimadas que se
despierta en los que van a morir. Calle a calle, sobre un montón de casas rotas
se paseó la muerte. Abrieron el vientre de mi calle las bombas. La oigo llorar
aún con sus cientos de ventanas golpeándose en sus quicios durante toda la
noche. Recuerdo como primer elemento el agua que lo encharca todos y el olor,
un olor a alquitrán, a humo, a polvo, a ilusiones molidas...”
Tanto
peregrinar le dejó el profundo temor de no saber dónde iba a morir, cruz del
emigrado, hoy aquí, mañana allá, con los cementerios ajenos esperando la
llegada de desconocidos a yacer bajo su tierra. No, María Teresa no quería eso.
Quería acabar cubierta por la tierra de España. Por fortuna lo consiguió.
Llegó, como tantos otros, en 1977, pero herida, como tantos otros, de espíritu
y de mente “Me encuentro como
paralizada”; sin embargo ya nos había transmitido su memoria, su valiosa
memoria. Murió en Madrid en 1988, aqueja de melancolía y dejando a las mujeres
de España su entusiasmo por la vida, “Es
todo lo que tengo”.
Ejemplar
mujer en toda la extensión de la palabra, o como le decían los franceses y a ella
le gustaba Femme de
lettres . “Eso –añadía-mujer de letras... Nunca me
he sentido más letrada, nunca he sentido más reverencia por el estado de mi inquietud, por esa
comezón diaria en carne propia que me da el escribir”. De gran belleza, miliciana, luchadora,
valiente, enérgica, audaz, gran oradora, traductora (trabaja codo a codo con
Alberti traduciendo su obra y en París traduciendo en una emisora de radio
partes de guerra), actriz, miembro de la Junta de Salvación del Tesoro
Artístico (ayudó febrilmente involucrada a salvar el Patrimonio español, ¡fue
la noche más larga de su vida! pero le reconfortaba leer lo que Sir Frederic
Kenyon escribió: “Se ha
realizado allí una cantidad de trabajo sorprendente para proteger los tesoros
artísticos de la nación de los peligros de la guerra. Los que se han empeñado
en la tarea merecen el máximo crédito”); fundadora de las Revistas Octubre
y El mono azul... y sobre todo escritora. Ni recuerda cuando comenzó a
escribir, con ansia, sin detenerse, pese a los tropiezos, porque para ella
escribir era respirar.
Es abundante su obra, y sin embargo poco conocida:
Misericordia (Teatro)
Cuentos para soñar (Cuentos, 1928)
La bella del mal de amor
(Cuentos, 1930)
Huelga en el puerto (Teatro, 1933)
Rosa-Fría, patinadora de la luna
(Cuentos, 1934)
Cuentos de la España actual
(Cuentos, 1935)
Una estrella roja (Cuentos, 1937)
La tragedia optimista (Teatro,
1937)
Crónica general de la Guerra
Civil (Ensayo, 1939)
Contra viento y marea (Novela,
1941)
Morirás lejos (Cuentos, 1942)
Los ojos más bellos del mundo
(Guión de cine, 1943)
La Historia tiene la palabra
(Ensayo, 1944)
La dama duende (Guión de cine,
1945)
El gran amor de Gustavo Adolfo
Bécquer (Novela, 1946)
Las peregrinaciones de Teresa
(Cuentos, 1950)
Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid
Campeador (Novela, 1954)
Sonríe China (Miscelánea, 1958)
Nuestro hogar de cada día (1958)
Doña Jimena Díaz de Vivar, gran
señora de todos (Novela, 1960)
Fábulas del tiempo amargo
(Cuentos, 1962)
Menesteos, marinero de abril
(Novela, 1965)
Memoria de la melancolía
(Biografía, 1970)
Cervantes. El soldado que nos
enseñó a hablar (Novela, 1978)
La libertad en el tejado (Teatro,
1989)
Algunas
de sus obras fueron publicadas en España, otras en Méjico, pero, sin duda,
Argentina, país donde vivió veintitres años, es el que se encargó de su
producción, especialmente la editorial Losada, de Gonzalo Losada, amigo que les
abrió los brazos y “personaje
de esos que España da a la luz de cuando en cuando”.
De María
Teresa León Goyri, emparentada con la esposa-musa de Ramón Menéndez Pidal,
María Goyri (segunda mujer que entró en la Universidad), debe señalarse también
que nació en Logroño un 31 de octubre de 1903, en el seno de una familia
acomodada, su padre era militar de húsares; que casó muy joven y aún de a tener
dos hijos, Gonzalo nacido en 1921 y Enrique en 1925, el matrimonio fracasó,
pero pese a todo, ella siguió respirando y comenzó su trayectoria como
escritora con el seudónimo de Isabel Inghirami. La unión con sus tíos, María y
Ramón, la llevan a frecuentar un ambiente más cultural, y en él aparece su
compañero de toda una vida; sin embargo, no es hasta el 24 de julio de 1933 que
obtiene el divorcio, y el 5 de octubre del mismo año se casa con Rafael. Desde
entonces, la prosa y la poesía fueron unidas en trabajos, aventuras, lecturas,
traducciones, casas, ciudades, exilios y retorno. ¡El añorado retorno! Como
anécdota de esa unión perdurable, antes de conocer al poeta, María Teresa ya
había leído Marinero en
tierra, y dentro de él el
poema Rosa-Fría,
patinadora de la luna que le
inspira para su tercer libro que aparece en 1934 y en el que Alberti realiza unos
maravillosos dibujos.
Él versa:
Ha nevado en la luna, Rosa-fría;
los abetos patinan por el yelo.
Tu bufanda, rizada, sube al cielo,
como un adiós que el aire claro
estría.
¡Adiós, patinadora, novia mía!
De vellorí tu falda, da un revuelo
de campana de lino, en el pañuelo
tirante y
nieve de la nevería.
Un
silencio escarchado te rodea
destejido
en la luz de sus fanales,
mientras
vas el cristal desquebrajando…
¡Adiós,
patinadora!
El sol
albea
las
heladas terrazas siderales,
tras de
ti, Malva-luna, patinando.
Ella
cuenta: “La ventana de la casa
de la Luna estaba llena de escarcha. Era una casita pequeña de madera de abeto,
donde no le cabía más que la cara. Los lobos la llevaron un día a la tierra
para asustar a los niños, pero nadie se asustó. Sólo los espantapájaros le
hicieron caso. Desde entonces, hay en los jardines hombres de palo con sombrero
para hacer reír a la luna, a los pájaros y a los niños.
Rosa-Fría,
patinadora de primera categoría, vencedora de todas las velocidades, que había
inventado el deporte de llenar los pasillos de nieve-confetti, para usar antes
del invierno los esquís, que se aburrían de mirar a las arañas, saludó a la
Luna…”
Que su
encuentro con el poeta no fuera casualidad, sino que estuviese escrito en las
estrellas, les hizo a ambos brillar, pero ella, generosa, como tradicional
mujer española, aunque liberal, dio en vida todo su fulgor al compañero; y
viendo mermar sus fuerzas, valiente afirmó: “Ahora soy yo la cola del
cometa, él va delante, Rafael no ha perdido nunca la luz”. Tu tampoco María Teresa, y como
muestra, sirva este capítulo dedicado a ti, de alguien que también necesita
escribir para vivir.
CONSEJO: Las biografías ajenas son estupendas fuentes de
información y de inspiración.
CONSEJO: Hacer de las biografías propias el cuento personal de la una vida es algo maravilloso porque todos tenemos mucho que contar.
CONSEJO: Leer Memoria de la
melancolía.
NOTA:
Recuerda que siempre hay que citar la fuente de información. Para citar
este post, puedes hacerlo de la siguiente manera, por el método Harvard:
Apellido, Inicial del nombre (Año de
publicación): "Título de la entrada del post del blog". Título
del blog en cursiva, día y mes del post. Disponible
en: URL del recurso [Consulta: día-mes-año].
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar en esta página.