PILAR DEL CAMPO PUERTA
Como ya dije, consulté a mis alumnos por su relación con la escritura con cuatro preguntas, y todos, primero se quedaron como embobados; después se observaron las entrañas y por último, todos se pusieron a hacer lo que más les gusta: escribir.
La primera
pregunta fue ¿Por qué escribes? y sus respuestas
fueron: “Escribo para plasmar sensaciones y vivencias”, “Me divierte y es
una forma sana de conocer más y mejor el idioma”, “Escribo por el deseo de
comunicarme con los demás al tiempo que espero que alguien se identifique conmigo
y con lo que escribo”, “Por afición”, “Para recordar el tiempo pasado”, “Por
propia satisfacción”, “Para vivir lo que nunca viviré”, “Para ejercitar la
mente”, “Porque me gusta”, “No lo sé”.
La segunda
pregunta fue ¿Qué sensación te produce escribir?. Tenía claro que
el que más y el que menos llevaba escribiendo toda la vida, aunque algunos lo
hicieran con el pensamiento sin atreverse a más, y las respuestas fueron “Una
sensación gratificante”, “Me hace sentir ligera y viva”, “Paz interior”,
“Libertad interior” “Tranquilidad una vez que he escrito lo que quería”, “Relax
y deleite”, “Satisfacción plena”, “Emoción”, “Mucho trabajo cuando se
trata de algo científico y placer cuando finalizo una obra de ficción”, “Es
algo inexplicable”.
Y por sacar a colación alguna frase de los consagrados:
Fernando Pessoa dice que “Escribir es como una droga que me repugna y tomo, el vicio que desprecio y en el que vivo”.
Juan Carlos Onetti, mucho más suave afirma: “Para mí, escribir es como un vicio, una manía. Me hace feliz escribir, me siento desdichado cuando no”.
Confieso que una combinación de ambas es mi relación con la escritura.
La tercera pregunta que formulé fue, ¿Qué buscas con la escritura?
Menudos retos, amigos míos.
- ¿Quién dijo salir al escenario?
- Yo -contestó Antonio, que llevaba entre manos varios proyectos inacabados y que no acababan de salir a la luz por la inseguridad que tenía en ellos, por si no gustaban.
Consejo: Hay que escribir para los demás, pero también hay que escribir para uno mismo; no se puede pretender gustar a todo el mundo, porque para gustos se hicieron los colores; por eso lo importante es no dudar de la propia obra.
Entonces le solté a Antonio lo de James Joyce: “Si lo revelara todo de inmediato perdería mi inmortalidad… durante siglos discutiendo sobre lo que quise decir, ése es el único modo de asegurarme la inmortalidad”.
Y
para terminar el interrogatorio les planteé ¿Cuál serían sus mayores deseos para
con la escritura? Unánimes, las respuestas fueron: “Hacerlo cada día mejor”.
“Escribir una novela larga”, “Hacer un ensayo”, “Que mis escritos sean útiles a
los demás”. Aunque las respuestas que
realmente me impactaron fueron: “Que lo que yo escriba, al
morir, se lo quede alguien que de verdad sienta lo que siento y se beneficie” y
“Que mis hijos no destruyan lo poco que he escrito”. El miedo a que el pensamiento se pierda es lógico, por eso recomiendo...
Consejo: Para evitar que se dispersen los pensamientos y las ideas, lo mejore es agrupa todo en un libro, porque se puede hacer un solo libro que quede para el recuerdo, con dedicatorias, con ello harás que pase de generación a generación.
Con estas simples cuestiones llegué al interior de mis alumnos y amigos y como sus aportaciones me fueron muy valiosas, me lancé a la aventura del libro Escribir: pensar, vivir.
Reloj universal (Gregorio Martín del Río) |
Por eso, ahora lanzo una pregunta para el público en general: ¿Alguien tiene idea de hasta dónde alcanzan las mieles y sinsabores de los escritores, sus templanzas y destemplanzas, sus alegrías y sus zozobras, sus risas y sus llantos? Por favor, si alguien convive con un escritor, que lo observe de soslayo y verá cómo su rostro cambia según las circunstancias escritas les sean favorables o no.
Fueron muchas las horas que en su día dediqué al libro, y segura estoy que el blog reclamará las suyas. Como siempre María estará ahí.
¿Quién es María? Pasa la página y lo averiguarás.
Muchacha de espaldas (Salvador Dalí) |
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