PILAR DEL CAMPO PUERTA
Homenaje a la mujer trabajadora -"escritora"
Sin entrar en polémica, es indiscutible decir que siempre ha sido más costoso para las mujeres la
creación artística que para los hombre, no por sus cualidades, que son
exactamente las mismas, pero sí por las circunstancias.
Detrás de
un gran escritor hay, una gran mujer, por ejemplo: Zenobia Camprubí detrás Juan
Ramón Jiménez o María Teresa León detrás Rafael Alberti. Pedro detrás de una
escritora hay un caos.
Hagamos
un primer retrato-relato:
El
escritor sumergido
en su mundo nuevo de personajes y situaciones tan adversas como desconocidas,
permanecía sumido en un continuo ayuno; y allí estaba ella, silenciosa, a cada
rutinaria hora en la que el estómago tiene por costumbre engullir alimento,
unas veces con una taza de leche y galletas, otras con un plato de sopa y un
bistec troceado, algún yogurt o fruta a la tarde, y si la noche se intuía larga
e intensa, un termo de café acompañado de algún sandwich, con un cándido beso
de buenas noches en la ardorosa frente, y un ¡no te quedes hasta muy tarde! por
advertencia.
El
escritor, asentía con la cabeza por no perder el compás, mientras los ojos
de ella se encendían con dos brillantes lágrimas, unas veces de misericordia,
otras de cariño, otras de indignación y las más de frustración, ¡la quiere más
a ella que a mí!, se decía mientras cerraba la puerta para que nada ni
nadie, ni la noche siquiera, quebrara el arrebato creativo del escritor. En su
alcoba, sola, repetía ¡la quiere más a ella que a mí!, refiriéndose a la obra. En
la sombra, la buena y sumisa mujer del escritor era la protagonista de la
historia aunque ni él ni ella lo supieran.
El
segundo retrato-relato, el de mujer escritora, es:
La
escritora, por lo general esposa y madre, que se encarga del hogar y la familia,
se sienta frente al ordenador en el momento que cree ser el más apropiado. Ha
terminado de hacer las camas, ha quitado las pelusas al suelo aún sabiendo que
cuando lleguen los chicos traerán barro en las botas y tendrá que volver a
barrer; la comida ya va dejando el aroma a guiso por toda la casa y la lavadora
(que dudó si ponerla o no, pero al final cedió) ahí anda dando vueltas.
La
escritora, se sienta
frente al ordenador, después de haber ordenado todos los papeles que ha ido
almacenando en el bolso durante varios días y, cuando el programa informático
le da la bienvenida y los dedos están en las teclas, suena el teléfono. Deja
que suene. Se corta. Vuelve a sonar. Deja que suene. Se corta. Vuelve a sonar.
No puede más y lo coge. Cualquiera puede ser, desde su madre hasta su marido,
pasando por un encuestador, por un vendedor, por un recado para alguien que no
está en casa y en el peor de los casos una equivocación... y
ya no sabe dónde ha puesto los papeles, ni los dedos, y ha perdido de la mente
la primera frase con la que se iba a iniciar.
En la
creencia de que las interrupciones hayan acabado al fin llega el contacto
amoroso que tanto ansiaba, a solas, el ordenador y ella van a hacer maravillas,
desnudos los dos, se ríen, lloran, se besan, están creando vida y cuando el
clímax se apodera de ellos, la lavadora reclama el suavizante, el silbato de la
olla pide a gritos que deje de cocer el guiso, vuelve a sonar el teléfono… tres
en uno, como los multiusos. Ella desesperada, el ordenador esperando. ¡Voy amor
no tardo!, le dice. Todo en orden de nuevo, y cuando va a sentarse, suena el
timbre de la puerta, el cobrador del gas, otras veces es la vecina que siempre
tiene alguna necesidad imprevista, y, entre tanto, el enemigo número uno avanza
inclemente…10, 11, 12…
De vuelta a la pasión se deja consumir en esforzadas
figuras, que si hipérbaton, que si asíndeton, que si antítesis, que si
alegoría… hasta que vuelve a sonar el timbre de la puerta, ¡la vecina!,
exclama, pero no, son sus hijos que llegan a comer…13, 14, 15…¡Ya son las
tres! ¡Tengo que salir corriendo, entro a las cuatro a trabajar y aún no he
comido! ¿Qué hay de comida?.
Las lágrimas le llegan a los ojos, se despide con
arrebato del amante y resignada sin resignación le llega un quiasismo ¡Cuando
pitos flautas, cuando flautas pitos!
Por eso añado, para todas las mujeres escritoras y trabajadoras, este verso Consejo:
María, no te dejes consumir.
Cuando decidas escribir,
mira bien lo que te digo,
no permitas que nada ni nadie
se interponga en tu camino.
¡Espero que te haya gustado! Continuará...
NOTA:
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